domingo, 9 de marzo de 2014

Madrid- 21/02/14

Suena el timbre. Me pongo rápidamente la chaqueta y cojo la maleta. Sólo me voy cuatro días pero llevo ropa para el doble. Lo se, soy una exagerada... pero las mujeres somo así. Nunca se sabe, puede que el tiempo nos traicione.

Voy a la estación con Adri, es de noche y los dos estamos nerviosos. ¿Llegaremos a tiempo? ¿El trayecto será muy largo? ¿Nos gustará...? Durante el trayecto de ida a Sants no paramos de mirar el reloj. Miro y vuelvo a mirar mi bolso, no me dejo nada pero soy tan despistada que no me fío de mi misma. Nos miramos, sonreímos.

Una vez en Sants los nervios desaparecen. Veo el tren en el andén y estoy más tranquila. Me había creado una especie de paranoia: Me había imaginado que los billetes comprados eran falsos, que una vez en Sants nos dirían que no podíamos subir al tren... vaya que todo era una estafa. Pero no, por suerte... Nos miran el billete, nos sonríen , nos indican el coche... y subimos al tren.

Todo parece estupendo, ¿verdad? Pues no. Vaya asquerosidad de viaje. Las luces estuvieron encendidas durante las nueve horas de tren. Nuestras nalgas se quedaron cuadradas. Una mujer se quitó los zapatos. El tren se paraba en estaciones de pueblecillos que ni siquiera sabía que existían. Total, que entre la olor a pies, la luz, la eternidad del trayecto y la comodidad de los asientos no dormimos nada.

Desde la terraza del café recordamos esta noche. Mientras bebemos café con leche nos reímos... suerte que volvemos en AVE.